lunes, 29 de octubre de 2012

La Fe De Los Trabajadores Salvadoreños

¿Qué opina la clase laboral de la estrategia de generación de empleo y reactivación económica?

Por Roberto Flores. Contrapunto


SAN SALVADOR- Se lo preguntaron al secretario Técnico de la Presidencia, Alexander Segovia, en una conferencia de prensa en la que una empresa extranjera anunciaba inversiones en El Salvador: "¿Cómo se va a garantizar que las empresas que vengan no dejen a los trabajadores a la deriva?".

La interrogante no es casual. Es una pregunta que ha comenzado a surgir entre trabajadores y trabadoras y personas desempleadas o en condiciones de sub empleo, desde que se habla de la estrategia de reactivación económica que impulsa el Ejecutivo, con la que promete generar fuentes de trabajo.

“¿Qué va a pasar con nosotros?”, se preguntan.

Tras escuchar la pregunta del periodista, Segovia respondió con un tono certero.

“La instrucción que se le ha dado al ministro de Trabajo es que haga cumplir la ley a esas empresas que no estén dando las condiciones adecuadas para que los trabajadores y trabajadoras hagan su trabajo, obviamente están violando la ley y por lo tanto hay que sancionarlas”, dijo.

Es una respuesta que al enfrentarla a sindicalistas y expertos en temas laborales genera distintas reacciones: de apoyo, de tono crítico, o una curiosa mezcla de ambas.

La estrategia

Comenzó a sonar en 2011. Era un tema constante en los discursos del presidente salvadoreño Mauricio Funes y del mismo Segovia, con el cual plantaban cara a los críticos que atacaban el pobre dinamismo de la economía salvadoreña, uno de los talones de Aquiles de los últimos dos gobiernos (quizás el principal luego de que una tregua entre pandillas resolviera parcialmente el otro obstáculo: la violencia).

La estrategia de reactivación económica comenzó a configurarse tras esos discursos. Sus piezas han sido concebidas por mentes al interior del gabinete económico y en oficinas de ejecutivos de las agencias de cooperación en Estados Unidos.

Hace un mes la estrategia fue presentada por el gabinete económico liderado por Segovia. Es un plan tan amplio y con tantos componentes que mereció ser bautizada con un nombre: El Nuevo Ciclo para la Inversión, el Desarrollo y el Empleo.

La estrategia es un barco que busca transportar la economía contra fuertes corrientes: niveles de crecimiento de los más bajos de Latinoamérica, de alrededor 2% del Producto Interno Bruto (PIB) y niveles de inversión de entre 12% y 13%, lejos de los promedios regionales que superan el 20%. Producto de eso, las finanzas públicas del país atraviesan una situación preocupante, con un déficit que ronda el 3% y un ratio de deuda del 55% del PIB.

El nombre con el que se bautizó a la estrategia no podía ser más idóneo para necesidades tan apremiantes: inversión, desarrollo y, por supuesto, empleo.

Empleo, una de las principales variables en la economía y una palabra desconocida para el 6.6% de la población salvadoreña económicamente activa, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2011, presentada recientemente por el Ejecutivo.

Otro dato más revelador sobre la situación real de esta población lo brindan los números relacionados al sub empleo: sólo en la zona urbana la tasa de sub empleo asciende al 32.7% de la población económicamente activa, personas que trabajan por salarios inferiores al mínimo, en condiciones precarias con respecto a un trabajo digno y a expensas de lo que un empleo temporal les pueda dar.

La estrategia económica del Ejecutivo pretende cambiar el rostro a esos números, de acuerdo a funcionarios del gabinete económico. Incluso, las constantes menciones de la palabra empleo, al hablar de la estrategia, han sido acompañadas de un calificativo: empleo de calidad. Según el gobierno, ese será el resultado casi automático de las inversiones que se generaran con los incentivos que componen la estrategia.

Y es que la anatomía de esta ha sido creada para tal fin: un paquete de reformas de ley y nuevas normativas para generar un mejor clima de inversión, un segundo FOMILENIO y un Asocio para el Crecimiento (ambas iniciativas provenientes de Estados Unidos) en donde los inversionistas jugarán un papel protagónico; y un plan para agilizar los trámites burocráticos que pretende eliminar los tediosos procesos a los que se someten los empresarios.

Ninguno de los componentes hace alusión directa a las garantías laborales para hacer que los empleos que se generen sean empleos de calidad.

“La idea es revisar, actualizar, mejorar los incentivos económicos, toda la parte laboral no fue reformada. Eso creemos que puede ser sujeto a futuras reformas”, ha dicho el secretario técnico.

Hablar de aumento salariales, añade, tampoco es una prioridad en este momento para el Ejecutivo. Bajo la visión gubernamental, la cual es compartida por las gremiales empresariales, un aumento de salarios en un momento en donde las empresas experimentan los efectos de la desaceleración económica mundial, sería contraproducente.

En ambos puntos muestra su desacuerdo uno de los fundadores del Centro de Estudios y Apoyo Laboral (CEAL), Gilberto García.
De acuerdo al experto en temas laborales, la reactivación económica no puede pensarse sin considerar el componente laboral, pasando por las garantías sociales para los trabajadores y –subraya– el aumento salarial. Concentrar los esfuerzos en solo mejorar el clima de negocios para los inversionistas, asegura, es una estrategia incompleta.

“Las empresas internacionales han tenido todas las facilidades desde los años noventa y no han llegado ¿Por qué? Porque el mercado salvadoreño es poco atractivo porque no solo es pequeño sino tiene poca capacidad de demanda porque la gente tiene bajos salarios e ingresos, lo que en términos económicos lo hace más pequeño”, explica.

Según García, los incentivos propuestos por el gobierno no van a atraer inversión extranjera a un mercado de consumo y de trabajo con pocos atractivos.

“Si el gobierno quisiera atraer mayor inversión extranjera debería tener una política salarial progresista y progresiva para aumentar la capacidad de demanda de la clase trabajadora salvadoreña y generar dinamismo en el mercado interno”, indica.

Un incremento salarial, desde la visión del fundador del CEAL, debe responder a una cualificación de la mano de obra salvadoreña para poder acceder a actividades mejor remuneradas diferentes a la maquila textil y los call centers, los cuales han ido expandiéndose en la economía salvadoreña.

“Por eso en Centroamérica, Costa Rica, siendo en términos numéricos con menos población que El Salvador (4.7 millones contra cerca de 6 millones) atrae más inversión extranjera, porque tiene una alta cuantificación de la mano de obra y la población tiene capacidad de consumo debido a que tiene los salarios más altos de la región”, sostiene.

El tema de la cualificación de la mano de obra está implícito dentro de la estrategia que el Ejecutivo impulsa. Sin embargo, para García el tema de la cualificación debe pensarse en serio haciendo inversiones reales en el tema educativo.

“La expansión de la educación técnica y universitaria es urgente, necesitamos una producción en el país de profesionales, técnicos, mano de obra calificada de manera masiva, para tener una mano de obra cualificado, laboriosa y ejemplar”, dice.

Otro de los miembros del CEAL, Oscar Bolaños, opina que la atracción de inversiones no necesariamente genera empleos de forma masiva y de calidad. La experiencia de los Tratados de Libre Comercio (TLC) es muestra de ellos, asegura.

“Del primer tratado con México, por ejemplo, dijeron que iba a generar 250 mil empleos, de eso pues de igual forma no lo vimos claro”, dice. Para Bolaños, si bien existe una gran necesidad de empleos en el país, si lo que se generan son empleos precarios, que no van con la libertad sindical, la situación de los trabajadores será vulnerable.

Es una visión que comparte Estela Ramírez, dirigente del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores, Sastres, Costureras y Similares (SITRASACOSI).

“Nuestra perspectiva hacia la propuesta del gobierno de generar empleos es que estos realmente vayan enmarcados en el concepto que la OIT (Organización Internacional del Trabajo) da como trabajo decente, y el trabajo decente es aquel en el que el trabajador tiene un salario que le alcance para vivir él y su familia”, asegura.

“Sí queremos inversiones, sí queremos puestos de empleo, pero queremos también que se garantice lo mínimo para la subsistencia de los trabajadores y las trabajadoras”, añade.

De acuerdo a Ramírez, esto pasa por redoblar los esfuerzos de supervisión del Ministerio de Trabajo, "dotarlo de más dientes" para que haga cumplir las leyes laborales a las empresas que están por invertir.

De la misma opinión es García, desde el CEAL.

"Creo que el Ministerio de Trabajo avanzó durante esta administración en cuanto a mejorar su capacidad en el área de inspección de trabajo", dice.

"Lo que falta es mayor respeto y autoridad a los resultados de las inspecciones, lo cual se lograría al condicionar los incentivos y beneficios fiscales al cumplimiento de las recomendaciones de la Inspección de Trabajo en los casos que se detecten infracciones", señala.

Las piezas que se proponen

La anatomía de la estrategia de reactivación económica que empuja el Ejecutivo está incompleta, dicen las fuentes consultadas.

Algunos han comenzado a hacer lo propio para garantizar el cumplimiento del Código de Trabajo y que el crecimiento económico que se busca no sea sinónimo de atropellos de los derechos laborales.

El pasado 12 de septiembre, los sindicatos SITCOM (de trabajadores de las telecomunicaciones), STIT (del sector textil) y SITRASACOSI, miembros de la Federación de Unidad de Trabajadoras y Trabajadores de El Salvador (FUERSA), presentaron ante los diputados y diputadas de la Comisión de Trabajo de la Asamblea Legislativa una Reforma a la Ley de Zonas Francas y Depósitos de Perfeccionamiento Activo.

Estela Ramírez fue parte del grupo de personas que presentó las reformas.

Las reformas plantean facultar al Ministerio de Trabajo para que de oficio denuncie ante el Ministerio de Economía a aquellas empresas cobijadas bajo dicha ley que violen derechos contemplados en el Código de Trabajo, como la libertad sindical y la igualdad de género.

El Ministerio de Economía tendría la potestad, por ley, para retirar por un periodo de tres meses los incentivos fiscales contemplados en la normativa a las empresas denunciadas.

En caso de que estas reincidan, asegura Ramírez, el Ministerio de Economía puede retirar de forma definitiva dichos incentivos.

Actualmente, según García, el Ministerio de Trabajo solamente tiene la facultad de imponer multas ante estas infracciones al Código de Trabajo. La mayor de estas asciende a un monto de $57.14, por lo cual las empresas prefieren pagar la multa a tener que cumplir con lo establecido en la norma laboral, señala.

"La reforma es necesaria para que las empresas que sean beneficiarias de incentivos fiscales respeten las recomendaciones de las inspecciones del Ministerio de Trabajo cuando se detectan infracciones a las leyes laborales, ya que si no lo hacen perderían sus beneficios y las exenciones de impuestos", añade.

Reformas como estas, según las fuentes, son las que hacen falta dentro de la estrategia económica del gobierno.
Segovia, y el resto del gabinete económico, han cifrado sus esperanzas de ver mayores niveles de crecimiento, y revertir la tendencia vista hasta hora, en ese plan. La fe de los empleados en él no es tan grande.
El plazo para ver los efectos son los 12 meses del 2013, ha dicho el secretario técnico. Quizás en ese periodo se comprobará la respuesta que Segovia dio al periodista en aquella conferencia de prensa.

sábado, 27 de octubre de 2012

Cómo Poner Fin Al Exilio Fiscal

Salim Lamrani. Opera Mundi


El deseo del magnate francés Bernard Arnaud de adquirir la nacionalidad belga reaviva el debate sobre el exilio fiscal y el rechazo de los grandes patrimonios a cumplir sus obligaciones tributarias. No obstante, existe una solución simple y eficaz para poner fin a la evasión fiscal legal.

Bernard Arnaud, primera fortuna europea y cuarta fortuna mundial con 40.000 millones de euros, cuyo salario anual se eleva a 10 millones de euros y cuyas inversiones generan cada año 200 millones de euros de ganancias, pidió su naturalización con el fin de conseguir la nacionalidad belga. Algunos sospechan que el hombre más rico de Francia quiere escapar de su deber de ciudadano, igual que varias decenas de miles de exilados fiscales que eligieron instalarse en otros países como Suiza, Bélgica, Reino Unido u otros que ofrecen sustanciales ventajas a los más adinerados.

Entre 1988 y 2006, el 0,01% de los franceses más ricos, alrededor de 3.500 familias, vieron sus ingresos reales aumentar un 42%. A guisa de comparación, en el mismo periodo, el 90% menos pudiente sólo se benefició de un alza de 4,6%. Así, la evasión fiscal legal e ilegal cuesta cada año 50.000 millones de euros al Estado francés. Con semejante suma, se podrían construir 500.000 viviendas sociales a 100.000 euros, o se podrían crear más de 1,5 millones de puestos en educación, salud, servicios sociales o cultura.

En Suiza, en algunos cantones, los residentes extranjeros no pagan impuestos sobre sus ingresos o su patrimonio sino únicamente sobre sus gastos, lo que vuelve muy atractivos esos territorios para los más acaudalados. En este país, donde residen cerca de 2.000 exilados fiscales franceses, las 43 familias más adineradas acumulan una fortuna de 36.500 millones de euros.

Para responder a la problemática del exilio fiscal, el argumento dominante en Francia, que defienden el mundo económico, la derecha y una parte del centro-izquierda, consiste en promover una disminución de la tasa tributaria para las categorías más acaudaladas. Así, tras su elección en 2007, el antiguo presidente Nicolas Sarkozy adoptó el escudo fiscal, un dispositivo tributario según el cual no se pueden gravar los ingresos de un contribuyente más de un 50%.

No obstante, existe un mecanismo aplicable y eficaz para poner término a la evasión fiscal legal. Actualmente, la imposición está vinculada al lugar de residencia. Así, un exilado fiscal francés que elige vivir más de seis meses al año en Suiza se convierte automáticamente en contribuyente suizo y se beneficia de su legislación ventajosa. Sucede lo mismo para el francés que se instalase en Luxemburgo, Reino Unido o Bélgica.

Para poner fin a este abuso que priva de importantes recursos al Estado francés, y por consiguiente a los ciudadanos, bastaría simplemente con vincular la imposición a la nacionalidad, y no al lugar de residencia, y aplicar una tasación diferencial. Este dispositivo acabaría automáticamente con esta plaga. Así, un contribuyente francés refugiado en Suiza que sólo pagara un 35% de impuestos en su nuevo lugar de residencia, en vez de un 41% en Francia por ejemplo, se vería obligado legalmente a pagar la diferencia al Estado francés, es decir un 6%, lo que haría inútil toda expatriación por razones de orden fiscal.

Esta práctica existe en países como Estados Unidos. Los ciudadanos estadounidenses instalados en el exterior pagan exactamente los mismos impuestos, conseguidos en cualquier parte del mundo, que sus compatriotas que viven en el territorio nacional. Desde un punto de vista técnico, todos los países del mundo entregan cada año al Departamento del Tesoro una lista de los estadounidenses que viven dentro de sus fronteras. Así, el exilio fiscal ya no resultaría posible y la única alternativa para escapar de los impuestos sería la evasión fiscal ilegal.

Para contrarrestar este tipo de delito, el Congreso estadounidense adoptó una ley que permite a toda persona–en particular los empleados de los grandes bancos– que ofrezca información sobre los casos de fraude fiscal conseguir hasta el 30% de las sumas que recupera el Estado. Así, Bradley Birkenfeld, antiguo empleado del banco suizo UBS, obtuvo la suma de 104 millones de dólares por suministrar información, “excepcional a la vez por su tamaño y su alcance”, sobre los delitos de evasión fiscal que cometieron los clientes estadounidenses del Banco. Esta información permitió a los servicios tributarios estadounidenses recuperar la suma de 5.0000 millones de dólares y conseguir la lista de todos los delincuentes que tenían una cuenta en UBS.

Francia y las demás naciones, europeas y del mundo, deberían adoptar un modelo tributario que permitiera aplicar la tasación diferencial, vinculando la imposición a la nacionalidad y no al lugar de residencia. Del mismo modo, para luchar contra la evasión fiscal ilegal, que constituye una expoliación caracterizada de la riqueza nacional, los delincuentes de cuello blanco deberían recibir sanciones más severas, a la altura del daño causado. Entonces, los más adinerados tendrán que elegir entre su nacionalidad o su dinero

El largo recorrido de los derechos de la naturaleza


Eduardo Gudynas. ALAI

Frente al bosque

¿Cómo entender un bosque? Algunos dirán que es un conjunto de árboles. Otros agregarán que no son solamente árboles, porque también se encuentran helechos, orquídeas, arbustos y muchas otras especies vegetales. Algunos dirán que los animales, sean pequeños como escarabajos o sapos, o grandes, como tapires o jaguares, también son parte de ese ambiente, y que sin ellos no estamos frente a un verdadero bosque. De esta manera un bosque se entiende, e incluso se siente, a partir de la vida que éste cobija. El bosque es ese conjunto de elementos, pero también es más que un simple agregado, e incluso habrá quienes afirmarán que puede expresar sus humores, enojándose o aquietándose. Bajo esta mirada, el bosque tiene atributos propios, que son independientemente de la utilidad o de las opiniones que nosotros, humanos, pudiéramos tener. Es en esta sensibilidad donde se encuentran las raíces de los derechos de la Naturaleza.

En efecto, cuando se admite ese tipo de derechos inmediatamente se reconoce que el ambiente, sea ese bosque o cualquier otro, posee valores que le son propios e independientes de los humanos; también conocidos como “valores intrínsecos”. Se rompe con la postura clásica por la cual sólo las personas son capaces de otorgar valoraciones, y por lo tanto la Naturaleza está encadenada a ser un objeto de derecho.

La mirada que reconoce al ambiente con sus valores propios está muy cercana a lo que podría llamarse el sentido común. Pero esa sensibilidad ha sido manipulada y transformada desde hace mucho tiempo. El bosque fue apartado de nuestra cercanía, colocándolo más allá del mundo de los humanos; después fue fragmentado en distintos componentes que permitieran ser manipulados; y más recientemente fue mercantilizado. En efecto, bajo el desarrollo convencional, el bosque, como conjunto de vida entrelazado, fue suplantado por un conjunto desarticulado de recursos naturales, o bien se convirtió en proveedor de bienes y servicios ecosistémicos.

La alta tasa de apropiación de recursos naturales que sostiene el crecimiento económico latinoamericano solo es posible después de ese desmembramiento. Para poder tolerar esas amputaciones en la Naturaleza, es necesario alejarla y entenderla como un mero agregado de recursos a ser aprovechados. Esta es la postura hoy prevaleciente, donde los bosques ya no tienen valores en sí mismos, sino que éstos son asignados por los humanos. Eso es lo que sucede cuando, por ejemplo, el árbol se desvanece y es reemplazado por la idea de “cinco pies cúbicos de madera, que valen cien dólares”.

Por supuesto que una Naturaleza-objeto está a tono cono la petulancia humana. Los bosques sólo serán importantes si son útiles, y esto ocurre cuando proveen materias primas, o pueden ser protegidos por mecanismos de mercado que sean rentables. En cambio, si se aceptan los valores intrínsecos, el ser humano es sólo uno más en el ambiente, abandonando su sitial privilegiado.

Dos perspectivas éticas

Considerando que la ética es el terreno en el cual se discuten distintas formas de valoración, está claro que enfrentamos dos posturas muy distintas: una insiste en que solamente los seres humanos son capaces de otorgar valores, y por lo tanto lo no-humano siempre será, y sólo podrá ser, sujeto de valor. Otra reconoce los valores intrínsecos, donde éstos son independientes y permanecen más allá de las personas. La primera debe ser entendida como una forma de antropocentrismo, en tanto el ser humano es el origen de toda valuación; la segunda corresponde a un biocentrismo, ya que su énfasis está en todas las formas de vida.

Estas dos perspectivas han estado una y otra vez en tensión, por lo menos en los últimos ciento cincuenta años. En más de una ocasión han logrado emerger las miradas que defienden los valores intrínsecos, pero por ahora no han conseguido imponerse.

Los primeros casos se encuentran a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y entre ellos se destaca Henry David Thoreau. Además de promover la desobediencia civil, su estancia a las orillas del Lago Walden (Estados Unidos), entre 1845 y 1849, desembocó en unas exquisitas reflexiones sobre su intensa compenetración con la Naturaleza. Tiempo después, John Muir lanza en 1897 sus campañas para la instalación de áreas protegidas apelando a su belleza y otros valores, una postura que se oponía a la conservación utilitarista liderada por Glifford Pinchot.

Con esto queda en claro un hecho importante: la postura utilitarista también puede estar interesada en conservar el ambiente. Aunque en algunos casos puede hacerlo por una preocupación moral, por ejemplo compasión hacia las ballenas u osos panda, en realidad su foco está en la utilidad real o potencial de la Naturaleza, y sus medidas de protección son necesarias para asegurar la funcionalidad de las economías. Aquí no hay un lugar para los derechos de la Naturaleza, sino que priman criterios de eficiencia, gestión técnica y aprovechamiento.

La otra perspectiva, en cambio, se basa en los valores propios que se encuentran en la Naturaleza. A fines del siglo XIX, ese tipo de sensibilidad era criticada como romántica o trascendentalista. Su propósito era proteger lo que nos rodea, no por razones utilitaristas, sino por su defensa de la vida.

En forma independiente a aquellos debates que desde Estados Unidos se expandían a otros países del norte, en América del Sur también hubo algunos ejemplos tempranos. En el Brasil del siglo XIX tuvo lugar una temprana conservación utilitarista, alarmada porque en la extracción forestal mucho se desperdiciaba. Pero también encontramos la otra postura. El mejor ejemplo es el escritor boliviano Manuel Céspedes Anzoleaga, conocido por su seudónimo Man Césped. Este pionero consideraba que la tierra no debía tener dueños, y defendía la vida más allá de cualquier utilitarismo. Cuando escribía, por ejemplo, que “toda planta es una vida fácil y bella, cuya rusticidad no debe ser motivo de indeferencia o maltrato”, sin duda estaba reconociendo los valores intrínsecos.

Avances y retrocesos

Aquellas primeras posturas biocéntricas se apagaron poco a poco. Retornan al primer plano en la década de 1940, gracias a Aldo Leopold. Aunque fue muy conocido por ser ingeniero forestal, y uno de los fundadores del llamado “manejo de vida silvestre” (una perspectiva casi tecnológica de gestionar la fauna), Leopold cambió sustancialmente. Esto se debió a circunstancias tales como un viaje a México entre 1936-37, donde observó las interacciones entre campesinos e indígenas con los bosques, o el reconocimiento de los impactos negativos de la intensificación agrícola. Leopold terminó rompiendo con la petulancia de una gestión propia de los ingenieros y pasó a ser un promotor de lo que llamaba “ética de la tierra”.

Leopold defendió las intervenciones mínimas en el ambiente, donde los humanos debían adaptarse a los ecosistemas. Los criterios de qué es correcto o incorrecto se determinaban desde la Naturaleza; aquello que servía para protegerla era bueno. Esta es una ética que, según Leopold, sólo es posible desde el amor, respeto y admiración con la Naturaleza. Pero a pesar de este empuje, sus ideas casi cayeron en el olvido.

La mirada biocéntrica retornó en la década de 1980, y desde varios frentes. Por un lado, las ideas de Leopold se articularon a la llamada “ecología profunda”, una corriente que reconoce los valores intrínsecos, y los coloca en una plataforma ética más amplia. Su principal exponente fue el filósofo noruego Arne Naess.

Paralelamente, entre los practicantes de la conservación surgió un nuevo agrupamiento que reclamaba acciones militantes más enérgicas, fundamentadas tanto en la ciencia como en una ética biocéntrica. Esta postura, conocida como “biología de la conservación”, defendía que la Naturaleza poseía valores en sí misma (específicamente en el sentido de la ecología profunda de Naess).

Por si fuera poco, algo muy obvio se puso sobre la mesa: el reconocimiento de los valores propios no era un invento occidental, sino que estaba presente en muchos pueblos indígenas. Esa postura podría recibir otros nombres o expresarse de manera diversa, pero correspondía a posturas biocéntricas. Se rescataron muchos ejemplos, y se tejieron nuevas alianzas entre ambientalistas, conservacionistas y las organizaciones indígenas.

Pero a pesar de este nuevo empuje, una vez más la mirada biocéntrica quedó en segundo plano, opacada por la avalancha de una gestión ambiental cada vez más mercantilizada. Precisamente en esos años comenzaron a desarrollarse nuevos instrumentos económicos, como los pagos por bienes y servicios ambientales, los que sólo son posibles bajo una ética utilitarista.

El ejemplo andino

La renovación política que ocurrió en los últimos años en los países andinos, y la creciente preocupación por problemas ambientales, tanto locales como globales, explican la más reciente reaparición de la ética biocéntrica. El ejemplo más contundente se encuentra en la aprobación de los derechos de la Naturaleza en la nueva Constitución de Ecuador de 2008.

El proceso ecuatoriano tiene una importante cuota de autonomía, con aportes sustanciales desde los movimientos sociales, y eso posiblemente explica varias de sus particularidades. El texto constitucional es muy claro, tanto en reconocer a la Naturaleza como sujeto, como en redefinirla en forma ampliada y en clave intercultural, al incorporar la categoría Pachamama. Da otro paso novedoso, al indicar que la restauración de los ambientes degradados también es un derecho de la Naturaleza.

Esta nueva formulación permite señalar otra particularidad clave. Los derechos de la Naturaleza son siempre los de una Naturaleza localizada, arraigada en un territorio. Son propios de ambientes concretos, como pueden ser la cuenca de un río, el páramo andino o en las praderas del sur. Esta particularidad siempre se la debe tener presente para saberla diferenciar de otras propuestas que pueden asemejarse, pero que en realidad son muy distintas, como son las invocaciones que hacen voceros del gobierno boliviano a los derechos de la Madre Tierra.

Sin duda que ese llamado puede mover a adhesiones, ya que está asociado a una crítica al capitalismo, lo que es comprensible y necesario. Pero un examen atento muestra que, en realidad, la postura boliviana se enfocaba en unos derechos a escala planetaria. Esta es una diferencia sustancial, ya que no son lo mismo los derechos de la Naturaleza que los derechos del planeta o de la biósfera. Tampoco son iguales las implicancias políticas, ya que se pueden salvaguardar funcionalidades ecológicas globales mientras se destruyen nuestros ambientes locales.

Los nuevos avances en los derechos de la Naturaleza vuelven a estar, una vez más, amenazados por la mirada utilitarista convencional. La insistencia en una “economía verde” para relanzar la globalización es un claro ejemplo. Frente a esta situación, la respuesta sigue estando en volver a aprender a mirar el bosque como un igual, donde la vida que alberga es un valor en sí mismo, y es nuestro compromiso asegurar su supervivencia.

martes, 16 de octubre de 2012

Construyendo La Alternativa Emancipatoria.

Por Manolo Monereo

1.- De la crisis: ¿la barbarie sin alternativa?

Sí, la crisis nunca es parálisis; es siempre reestructuración, transformación, modificación de equilibrios económicos y sociales. Es tiempo histórico que se acelera. Lo peor es pensar que la cantidad mutará en calidad por el hecho mismo de la crisis capitalista: nunca ha sido así. Lo subjetivo no es la consecuencia mecánica de lo objetivo: aquel tiene su propia dinámica, su propio desarrollo, sus marcos de posibilidad. La espera a que la crisis radicalice sin más el antagonismo social y que de ahí se derive la salida transformadora o revolucionaria es partir de una concepción economicista y especialmente primitiva de la dialéctica estructura- sobrestructura. El capitalismo no caerá por si solo; siempre hay salidas y es la política la que decide en último término, es decir, la intervención consciente sobre la correlación real de fuerzas. La dinámica de imaginarios sociales, organización, lucha social y propuestas políticas es la que determinará el papel de las clases subalternas en la coyuntura histórica y la orientación de eso que, con cierta ligereza, se llama la salida de la crisis capitalista. Aquí es donde reside el problema (estratégico) más importante, a saber, la desaparición, por parte del imaginario social de las clases trabajadoras, de la creencia en la deseabilidad y factibilidad de una sociedad alternativa al modo de producir, consumir y vivir del capitalismo, es decir, de eso que históricamente las clases subalternas han llamado socialismo. No parece posible, a medio y largo plazo, resistir, luchar y organizarse con una subjetividad bloqueada y desnortada. De ahí, que la reconstrucción del poder social de las clases subalternas tenga un componente político-cultural fundante: organizar un imaginario emancipatorio alternativo a la crisis del capitalismo realmente existente.

La disyuntiva “socialismo o barbarie” intentaba, expresivamente, poner de manifiesto la enorme involución civilizatoria que supondría la continuidad de un capitalismo en decadencia ante la imposibilidad de construir una alternativa revolucionaria. Las palabras de Rosa Luxemburgo siguen teniendo hoy la misma fuerza que cuando las pronunció, a pocos días de su asesinato “¡Socialismo o hundimiento en la barbarie!”. La comunista alemana reformulaba con mucha agudeza un conocido, y fundamental, paso del Manifiesto Comunista de Marx y Engels (la imagen de la decadencia del Imperio Romano está muy presente) “lucha (de clases) que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”. La desaparición del imaginario revolucionario de las clases trabajadoras nos conduce a una situación histórica donde parecería que la crisis civilizatoria del capitalismo senil o en decadencia no tiene alternativa. Con mayor precisión: una barbarie sin otra salida que la previsible autodestrucción de la especie humana. Por esto, no basta solo con propuestas políticas concretas, con atenerse a los problemas de la gente, con la lucha social y la acción colectiva sino somos capaces a la vez de construir creencias, valores, principios que legitimen el compromiso de las personas con la emancipación; tener sólidas razones políticas y morales que justifiquen la crítica al desorden existente y la opción por otro tipo de sociedad y de poder. En este sentido sabemos que las palabras comunismo, socialismo, están para muchas gentes negativamente marcadas. Esto será así durante mucho tiempo y es posible que la sociedad alternativa no se reconozca en esos nombres.

Ahora bien, hay que ser prudentes y no dar por definitivamente perdidos imaginarios sociales que han nutrido la memoria histórica de las clases subalternas y que son un formidable problema no resuelto del programa (ahora sí) de la emancipación social. Y más allá, dar por mal terminada una larguísima historia de sufrimientos, de luchas desesperadas y gestas heroicas de masas en los cinco continentes. El socialismo/comunismo implica una historia, una lucha social centenaria y una experiencia real que no puede ser cancelada sin recuperar sus dilemas, sus limitaciones culturales y los enormes desafíos que dejan para los que creemos que el capitalismo debe ser superado y que es posible y necesaria otra sociedad, otra economía y otro poder al servicio de las necesidades de las personas, en armoniosa relación con la naturaleza, de la que irremediablemente somos parte.

2.- Para caracterizar la fase


2.1. El mundo está cambiando de base
No engañar ni engañarse, atenerse a lo que hay y no idear soluciones abstractas a problemas reales es un supuesto central de eso que se ha venido llamando concepción materialista del mundo. El otro es la intervención consciente, organizada, sistemática en una realidad que se conoce y cuyas entrañas son desveladas colectivamente. La realidad está preñada de lo mejor y de lo peor. De las tendencias que apuntan a la involución como las que nos llevan a la liberación. Ese es el marco de posibilidad que puede hacer posible la práctica de una política consciente, organizada y sistemática (conviene insistir frente a voluntarismo y a determinismos varios) por las fuerzas anticapitalistas, con voluntad socialista.
Los rasgos que caracterizan al capitalismo imperialista en la presente fase requieren de mucha atención, finura analítica y radicalidad político-moral. Se trata de tiempos de crisis, de transformaciones radicales y de cambios acelerados. Situarse bien en la fase no consiste solo en definir los problemas centrales, precisar bien las mutaciones que se abren ante nosotros; hay que ir más allá. Se trataría (en lo macro y en lo micro, el largo y medio plazo, en el dato coyuntural que alumbra tendencias de fondo) de entrar metódicamente en los campos de fuerzas que organizan a los sujetos sociales, en las subjetividades imaginarios en transformación y en las diversas formas en que las clases subalternas actúan. Esta tarea debe ser colectiva y permanentemente actualizada, una puesta a punto periódica, por así decir.

El primer dato a tener en cuenta es la crisis. ¿Qué es lo que está en crisis en la crisis?: 1) la concreción histórica del capitalismo realmente existente. Nunca existe un capitalismo fuera del espacio y del tiempo. Tampoco un capitalismo homogéneo: centro y periferia están en procesos acelerados de transformación; 2) lo que llamamos capitalismo neoliberal o globalización capitalista ha sido también un proyecto político, una ideología, un discurso legitimador, que pretendía alumbrar un nuevo capitalismo; 3) lo que al final se concretó fue una transición histórica (económica, geopolítica y cultural) de grandes dimensiones que hoy, y es lo que hay que tener en cuenta, está en crisis. Para explicarlo de otra forma, lo que está en crisis es “la salida de la crisis” de los años setenta en sus tres componentes básicos: políticas (de clase) neoliberales, financiarización y globalización capitalista; 4) se puede decir, como síntesis y resumen, que estamos ante el fracaso del segundo intento histórico, al menos, del capitalismo para globalizar el conjunto de las relaciones sociales capitalistas (el mercado autorregulado) más allá de los Estados, naciones, culturas, pueblos y sociedades. Hacer del planeta un solo mundo homogéneamente mercantilizado bajos los patrones culturales y de poder del capitalismo occidental.
Un segundo aspecto a considerar tiene que ver con lo que podríamos llamar “la gran transición geopolítica”. El meollo del asunto, muy visible, por lo demás, es esta enorme redistribución de poder que se esta produciendo en la economía-mundo capitalista.

En el centro, lo que aparece es la decadencia de EE. UU. y, más allá, la de Occidente en su conjunto; y la emergencia de nuevas potencias o de la recuperación de antiguas (como Rusia) que parecían condenadas (a pesar de su avanzada tecnología político-militar) al retroceso permanente. Es preciso relacionar crisis financiera y decadencia estadounidense. Las políticas neoliberales y la globalización capitalista fueron los instrumentos básicos de la reacción de las clases dominantes anglosajonas en un momento histórico crucial, donde el capitalismo entraba en crisis y la hegemonía norteamericana era puesta en cuestión (no se debe de olvidar) económica, política, militar e ideológicamente. En definitiva: es “la crisis de la salida a la crisis” de los años ochenta.

Seguramente el dato más relevante de las así llamadas potencias emergentes consista en el papel central del Estado como regulador del mercado, redistribuidor de renta y riqueza e impulsor de una estrategia de desarrollo nacional. Son países-continentes, con viejas civilizaciones y con fuerte proyectos de integración social, forjados, de una u otra forma, en duras luchas por la independencia y por la soberanía. Ciertamente, cada uno de estas potencias tiene intereses propios y relaciones de colaboración y conflicto con la potencia imperial; sin embargo su influencia crece y es ya muy difícil ignorarlos. Se puede decir que Occidente ya no puede seguir mandando como antes, están obligados a reconocer que existen otros poderes y que tienen que compartir decisiones. La tendencia de fondo es hacia el conflicto en torno a la definición de nuevas reglas, nuevos comportamientos y nuevas lógicas político-militares. Distribución de poder y multipolaridad serán las líneas principales de fractura de unas relaciones internacionales gobernadas por la incertidumbre, la competencia y la lucha denodada por asegurarse ventajas relativas, donde los recursos naturales serán cada vez más determinantes.

Un tercer aspecto tiene que ver con la crisis ecológica-social del planeta. La imagen de una megamáquina que, sin control y a una enorme velocidad, nos conduce al precipicio, da una idea precisa de la realidad que estamos viviendo.

Las evidencias disponibles tan abundantes, el consenso de la comunidad científica tan unánime y la percepción clara de la ciudadanía nos dicen que estamos, desde hace mucho tiempo, rebasando los límites de la reproducción y carga del planeta. Conviene no ocultar lo fundamental. No es, como se suele decir, que se deteriora el medio natural (como si la especie humana estuviera al margen de él) sino que lo que se está produciendo es una modificación sustancial de los equilibrios de la biosfera que permiten y hacen posible la vida humana. Al destruir el medio nos estamos destruyendo nosotros. Esa es la radicalidad de la crisis ecológica: la incompatibilidad entre el capitalismo industrial, productivista y la existencia de un planeta (finito) donde los seres humanos podamos vivir con dignidad.

La crisis económica está agravando dramáticamente los problemas ambientales, donde la conexión recursos naturales no-renovables, competencia entre Estados y conflictos políticos-militares es cada vez más evidente. A la grave crisis energética se le añade la crisis del agua y la alimentaria. Hemos rebasado los límites y ahora descontamos ya el futuro de las próximas generaciones.

Un cuarto aspecto tiene que ver con la cuestión político-militar. Como se ha indicado, la tendencia dominante es hacia el conflicto y la guerra en las relaciones internacionales. La redistribución del poder en la economía mundo capitalista siempre tiene un aspecto militar. EE. UU., Occidente en cierto sentido, está en decadencia.

Decadencia no significa colapso. Es más, el dato más característico es que el declive norteamericano se da en un contexto de superioridad militar nítida. Casi la mitad del gasto militar mundial lo realiza EE. UU. La interrelación entre economía, ciencia y armamento sigue siendo el núcleo central del poder en EE. UU. Todo esto en un contexto mundial donde EE. UU. tiene aproximadamente 700 bases militares con una enorme capacidad de movilizar, en plazos muy cortos, recursos humanos, militares y logísticos.
No es de extrañar que EE. UU. intente compensar geopolíticamente su declive económico y que haga del control de las instituciones internacionales un instrumento privilegiado para perpetuar su hegemonía. Más allá de la retórica al uso, la carrera de armamentos se acelera y cada vez hay más riesgos de que cualquier estallido parcial pueda generalizar conflictos armados de grandes dimensiones, convencionales o no. Mucho más, como antes se indicó, cuando la cuestión de los recursos naturales se convierte en un objetivo militar de primera importancia. Tampoco es casual que estos dos aspectos (recursos naturales y carrera armamentista) se concreten en América Latina, en otro tiempo patio trasero del Imperio y ahora territorio en disputa.

Un tema que no se suele tener en cuenta es que la tendencia a la multipolaridad y a la redistribución del poder a nivel mundial pone en cuestión también lo que pudiéramos llamar el “Occidentalismo”, el predominio de los patrones culturales de las superpotencias dominantes en eso que se ha llamado la “modernidad”. No es un cambio menor. El predominio político y económico siempre ha requerido la subalternidad cultural de los países dominados. Con la emergencia de estas nuevas superpotencias las relaciones van a ser sustancialmente modificadas y aparecerá con toda su fuerza la pluralidad cultural, en sentido fuerte, de la especie humana y con ello nuevos valores, nuevos horizontes de sentido que seguramente nacerán de una crítica de la modernidad eurocéntrica.

2.2. La encrucijada de la Unión Europea: un sueño que se convierte en pesadilla

Unos de los errores más graves de la izquierda social y política es no haber tomado nota de los cambios operados en Europa tras la disolución del Pacto de Varsovia, la desintegración de la URSS y, sobre todo, la unificación de Alemania. Se estaba definiendo lo que algunos autores han llamado “el nuevo europeísmo”, es decir, un conjunto de políticas, estrategias y discursos que daban un giro radical a la orientación central de la así llamada integración europea.
Los elementos básicos de este “nuevo europeísmo” se pueden se pueden sintetizar del modo siguiente:

a) La pérdida progresiva del control de la soberanía popular de la economía en general y de la política económica en particular. La estrategia hacia el Estado mínimo, ha sido reiteradamente señalado, requería un doble proceso ideológico: “naturalizar la economía”, tal como la cuentan los neoliberales, y “despolitizar la política” (económica, pero no solo).

b) Este objetivo se ha concretado en políticas que, desde el Acta Única y Maastricht, han sido convenientemente constitucionalizadas en los tratados. Nada explica esto mejor que la construcción de un mercado único, competitivo y desregulado, gobernado por un Banco Central independiente, cuyo único objetivo es controlar la inflación, es decir asegurar el valor de los que poseen el dinero (el poder económico).

c) La operación era muy sabia: se le quitaba el poder monetario a los Estados Nacionales y se lo transferían no a una entidad democráticamente controlada sino a un organismo, supuestamente “técnico y neutral”, que por definición no depende de ningún órgano electivo. Más allá de la retórica, controlado por los poderes financieros y específicamente por la“Gran Alemania”.
d) Esta es la cuestión central. Sabemos, todo se sabe pero a destiempo, que el tema central fue durante mucho tiempo el miedo al despertar, de nuevo, de la llamada “cuestión alemana” después de su reunificación. La conclusión de tantas precauciones, miedos y cálculos, fue construir una Europa bajo hegemonía teutona. La lección que sacaron las clases dirigentes tras la reunificación fue radicalizar el proyecto orientándolo hacia la competencia entre Estados en el marco de la Unión Europea. El cambio es muy importante; por definición, un proyecto de integración es incompatible con una estrategia basada en la competencia entre unidades estatales profundamente desiguales cuando, además, no existen instrumentos reales compensatorios y políticas redistributivas significativas.

e) El euro fue, al final, la pieza clave de esta arquitectura institucional. A partir de la moneda única la competencia sería ya en términos reales, y cuando los “choques asimétricos” (la crisis) llegaron a los Estados no les quedó otra que las, así llamadas, “devaluaciones internas”: reducciones salariales, flexibilización radical de las relaciones laborales, ataque sistemático a los derechos sociales, laborales y sindicales e iniciar el proceso de liquidación definitiva del Estado social.

f) Estos son los famosos “deberes” que Alemania ya hizo, según dice Merkel, y que ahora se impone dictatorialmente al conjunto de los países del Sur. Esta política no solo conducirá a una auténtica involución social y económica sino que no va a resolver ninguno de los problemas existentes. Una estrategia basada en una competencia entre unidades estatales sin política fiscal común, sin instrumentos reales de regulación y compensación, conducirá a que se estabilice un centro y una periferia que hará a medio plazo imposible una Unión Europea así configurada. La Europa del euro agrava las desigualdades en la Unión, incrementa las disparidades territoriales y desestructura radicalmente las economías nacionales.

g) Esta crisis pone fin a esta insulsa utopía llamada federalismo europeo. Por mucho que se repita una y otra vez, en los últimos 20 años, que vamos a un horizonte federal, la realidad, tercamente, nos dice que esta entidad llamada Unión Europea expropia a los Estados de su soberanía y la deja en manos de los poderes económicos organizados desde el Banco Central Europeo y la Comisión. Más allá, como se evidencia cada día en los medios, consolida una operación geopolítica que garantiza la hegemonía alemana. Se ha pasado de una Alemania europea a una Europa alemana y eso tiene y tendrá consecuencias negativas para el conjunto de los ciudadanos y ciudadanas.

h) El aspecto fundamental, sin embargo, tiene que ver con la democracia. La globalización capitalista y el proceso de construcción europea han erosionado gravemente el Estado-nación, y con ello han devaluado la democracia y la soberanía popular. La decadencia de la política tiene aquí su fundamento: lo que deciden los ciudadanos es cada vez menos, lo poderes económicos y mediáticos lo deciden todo y, a la hora de la verdad, lo que se elige es lo mismo que ya hay, pero realizado por otros. Se vota contra los que gobiernan y los que llegan realizan las mismas políticas o parecidas. La plutocracia, unida a una clase política subalterna y sin ningún tipo de autonomía es la que realmente decides y obliga a los pueblos a aceptar sus dictados bajo fórmulas democráticas. Estamos ante el retorno de una nueva democracia censitaria de base oligárquica.

2.3. La larga marcha de España hacia el subdesarrollo.

La crisis económico-financiera internacional puso fin al patrón de acumulación dominante en España. Más de una década de crecimiento modificaron sustancialmente la estructura social y la composición de clases, las relaciones entre economía y política y, sobre todo, las percepciones y los imaginarios de las personas. Se vivió como un sueño y, en parte, como una liberación: el “ya somos como ellos” se convirtió en la consigna de varias generaciones y el objetivo que generaba mayorías electorales y enormes consensos sociales; por fin europeos de pleno derecho, dejamos atrás el atraso, las miserias y la dictadura. El sueño se hacía realidad y el progreso estaba asegurado, los medios cumplieron su papel a la perfección y a la burbuja financiero-inmobiliaria se la añadió la otra, la más pesada, la político-cultural.

Hubo casandras en la política (pocas y silenciadas rápidamente), entre los académicos (aún menos) y en los medios de comunicación (se contaban con los dedos de la mano) que advirtieron de lo que venía, pero cumplieron fielmente su guión histórico: acertar y que nadie las creyeran. Luego, muchos, se apuntaron a los acertijos históricos y los teóricos de siempre se subieron al carro, bien lleno al principio, de la “refundación del capitalismo”. Más adelante, en lo que se puede denominar sin más como una de las mayores supercherías intelectuales de nuestra historia patria, se convirtieron en los arietes de una enorme ofensiva ideológica contra lo público y los derechos sociales al servicio (bien cobrado, por lo demás) de la oligarquía financiero-inmobiliaria, causante de la crisis y principal beneficiaria de la operación “rescate”(pagada por la ciudadanía).

Conviene aquí, también, preguntarse qué es realmente lo que ha entrado en crisis con la crisis.
Antes, un aspecto metodológicamente muy importante: la unidad de análisis. Hay una cierta esquizofrenia: se sabe que la UE determina nuestras opciones políticas fundamentales y que somos un país intervenido, una especie de “protectorado” de una entidad geopolíticamente dependiente de Alemania. Sin embargo, se sigue hablando de España como si fuese un Estado nacional, un Estado soberano. No es casual que sean las fuerzas de la derecha nacionalista los que hablen de España o de Madrid como el origen de todos los males, ocultando que el “soberano” real es un poder difuso, que poco o nada tiene que ver con la soberanía nacional-popular, firmemente controlado por los poderes económicos y que en la Europa de la que quieren formar parte como Estados la única soberanía realmente existente es la de la plutocracia, el poder de la minoría que tiene el dinero.

Por esto hay que analizar los problemas de España como la de una “región de la Unión” y como Estado subordinado y dependiente. Claro que existe autonomía y que las cosas pueden cambiar. Es, precisamente, observar la realidad desde el punto de vista del cambio lo que pone de manifiesto la enorme dependencia, el“amarre” a que los poderes fácticos han sometido a la soberanía popular para hacer irreversible las políticas neoliberales e impedir, no ya el socialismo, sino cualquier tipo de sociedad con una lógica y unos derechos de ciudadanía no sometidos al poder financiero y a los grandes trasnacionales.

La“cuestión nacional” que emerge, lenta pero firmemente, es la del Estado español en su conjunto. Es eso que históricamente se llamó España la que sufre una situación de subordinación política, dependencia económica, pérdida sustancial de soberanía, retroceso de libertades y derechos, y vaciamiento de la democracia, convertida en un sistema meramente electoral de refrendo de lo que se decide desde poderes opacos, sin ningún control ni responsabilidad democrática.
La“vieja” cuestión nacional y la “nueva” se entrecruzan y se limitan. La clave es comprender la relación entre Unión Europea, Estado español (plurinacional) y conflicto social y de clase. Es el ejercicio del derecho de autodeterminación democrático de la ciudadanía y de los pueblos de España lo que esta radicalmente en cuestión. El qué decidimos, cómo decidimos y quién decide poco o nada tiene ya que ver con los ciudadanos y ciudadanas, con el soberano. Este es hoy por hoy el problema principal.
Cuando los partidos políticos de las burguesías nacionalistas vascas y catalanas defienden la independencia y su conversión en Estados de la Unión Europea consiguen un triple objetivo como clase (dominante): a) justificar los recortes sociales culpabilizando a “Madrid” (recortes que ellos, a su vez, aprueban en el Parlamento español); b) asegurarse la defensa irreversible de sus intereses de clase perteneciendo a una entidad, la UE, que constitucionaliza las políticas neoliberales, limita derechos y libertades ciudadanas y convierte la democracia en un mecanismo de selección de la clase gobernante; c) subordinar duraderamente los conflictos de clase a los intereses de los poderes económicamente dominantes e impedir las relaciones de solidaridad con las clases trabajadoras del Estado.
Las crisis también brindan una posibilidad a las burguesías dominantes: intentar pactar con la potencia hegemónica, Alemania, un estatus de aliado subalterno y desconectarse de una Península Ibérica empobrecida, condenada al atraso y sin capacidad de ser verdaderamente un Estado-nación. La otra nacionalidad histórica, Galicia, como siempre, apenas cuenta, convertida en “colonia interna” como Extremadura, Andalucía o, desde otro sentido diferente, Portugal.
Un primer elemento parece claro: lo que terminó fue el modelo inmobiliario-financiero que durante años había estructurado la economía española. Como ha sido señalado desde diversas perspectivas, la cuestión va más allá y engarza con la Transición, los Pactos de la Moncloa y el felipismo.
La crisis del desarrollismo puso fin a un determinado patrón económico y generó un nuevo bloque de poder (hegemonizado, como siempre, por la burguesía financiera y por el capital trasnacional) que impulsó, con el PSOE ya en el gobierno, un nuevo modelo de crecimiento después de una durísima reconversión industrial. El dato básico fue, como es muy conocido y poco recordado ahora, la renuncia a una economía productiva nacional de base propia y fiarlo todo a la economía internacional y, sobre todo, europea que, eso era la dramático, estaba en un proceso de cambio tecnológico acelerado, de redefinición de una nueva división del trabajo y de afirmación, sobre nuevas bases, de la hegemonía alemana.
Lo que vino después fue el viejo modelo económico franquista, en muchos sentidos empeorado, financiado por abundante capital europeo e internacional. Crecimiento a préstamo de base inmobiliaria financiara y teniendo al euro como instrumento fundamental que permitía eludir, temporalmente (como se dijo en su tiempo debido y hoy repetido incoherentemente por casi todos) las tradicionales dificultades de nuestra balanza de pagos. La consecuencia de todo ello fue una gigantesca deuda privada que la crisis terminó por convertirla en pública.
Una segunda cuestión tiene que ver con la cualidad y calidad de nuestra democracia. No es este el lugar para hacer balance de lo que significó la transición política en España. Baste decir que la reforma pactada no puso en cuestión los poderes reales existentes y donde el “partido militar” impuso durísimas condiciones que, de un lado, no solucionaron viejos problemas como la cuestión de las nacionalidades históricas y, de otro, limitó sustancialmente las potencialidades de un movimiento democrático y popular que luchó, no sólo por un cambio de régimen, sino por una sociedad más justa e igualitaria. Cuestión social y democratización se separaron y esto tuvo, como se ve ahora, enormes consecuencias para el futuro.
La Constitución de 1978, que fue síntesis o resumen de esa ruptura pactada, ha ido cambiando para peor casi desde el principio. Hay dos cuestiones que la desvirtuaron sustancialmente y que hoy aparecen con todo su dramatismo. Se ha ido construyendo una nueva Constitución material que limita y diluye la Constitución formal. Dos elementos centrales han contribuido poderosamente a este proceso de reforma constitucional sin el ejercicio del poder constituyente de los ciudadanos. Se trata de los procesos de integración europea y la llamada cuestión autonómica.
Sin exageración se puede decir que el gran consenso social de la transición fue Europa. Ser como ellos, alcanzar sus derechos sociales y sus libertades cívicas se convirtió en un horizonte que transversalmente configuró un bloque social y una opinión. Los abundantes fondos públicos, la unanimidad de las fuerzas políticas y de los medios convirtieron a los distintos momentos de la integración europea en “avances” hacia mayores cuotas de derechos y de democracia. Así, Europa se convirtió en una entidad casi mítica e independiente del conflicto social y de poder, hasta el punto que cada paso en la supuesta integración se consideraba un bien en sí, indiscutido e indiscutible. Se llegó al dominio pleno de lo que se denominó el“europensamiento”. Lo peor fue la complicidad de la izquierda social y política, con la excepción de Izquierda Unida durante la etapa de Julio Anguita.
Lo que se quería ver era que la integración europea, sobre todo después de 1989, fue definiendo un marco determinado por las políticas neoliberales, sustraídas conscientemente a la representación popular con la complicidad de las élites gobernantes. El Tratado de Maastricht supuso el inicio del giro radical y todo lo que vino después fue el intento de constitucionalizar el neoliberalismo y el desmantelamiento progresivo del Estado social. Las normas europeas, materialmente constitucionales, han ido creando una nueva Constitución socioeconómica superpuesta y delimitadora de la Constitución formal española. El “Estado social y democrático de derecho” hace ya mucho tiempo que no existe y lo que vivimos ahora es un estado de excepción que suspende el derecho (en todo lo que se oponga a sus dictados) y consolida el dominio de unos poderes fácticos democráticamente no controlados y sin responsabilidad.
La otra cuestión es el Estado de las Autonomías. El no querer admitir, por imposición del “partido militar”, el carácter plurinacional del Estado español configuró un Título VIII de la Constitución que ha permitido todo tipo de interpretaciones y de lógicas políticas en función de las tensiones que el propio sistema generaba. Hay que decir que España ha vivido un gran proceso de descentralización pero no de democratización política. Descentralización y democratización no se fundieron en un proceso único y lo que se configuró fue más una ampliación de la oligarquía que una mayor participación política de la ciudadanía. El patrón económico de poder inmobiliario financiero fue acompañado en diversos grados y formas de un patrón de poder que puso a las clases políticas regionales y de las nacionalidades históricas al servicio de los poderes económicos.
En este marco de conflictos y luchas de poder hay que situar las propuestas que vienen, tanto de Cataluña como de Euskadi, a favor del ejercicio del derecho a la autodeterminación, para plantearse la independencia y ser parte de la Unión Europea. A lo ya dicho, solo añadir que la verdadera cuestión nacional tiene que estar relacionada, si lo hacemos desde la izquierda, con tres cuestiones: a) el tipo de Unión Europea que se está construyendo y el papel del Estado español en él; b) el papel actual de las Comunidades Históricas de las regiones del Estado; c) la crisis de la globalización capitalista y el papel de las clases trabajadoras.
Una tercera cuestión está relacionada con la “otra burbuja”, la burbuja cultural. Se ha dicho muchas veces que nuestro país vivió un sueño. El despertar ha sido muy brusco y, todavía, una gran parte de la población vive sumida en un shock. En un primer momento no se reconoció la crisis, luego no se quiso tomar nota de su gravedad y, posteriormente (el triunfo del PP tiene que ver con eso), el supuesto de que esto era cosa de pocos años y que después de un ajuste más o menos duro, volveríamos a los años de crecimiento.
Hoy muchos saben que el pasado no volverá y lo que costará más trabajo de entender es que el capitalismo que está emergiendo en la crisis es incompatible con los derechos sociales y las libertades cívicas de las poblaciones. Este viejo dilema entre “lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer”es el marco de las profundas contradicciones que vive la izquierda política y social, los trabajadores y las clases populares. El ciclo largo de crecimiento económico ha tenido efectos devastadores sobre la conciencia de clase, sobre principios y valores y ha debilitado muy seriamente los vínculos organizativos y morales, ya de por sí muy débiles en la etapa anterior.
Una cuarta cuestión tiene que ver con la aceleración del tiempo histórico. Si algo demuestra la historia es que el tiempo no es lineal, ni homogéneo, ni acumulativo. El tiempo histórico real es heterogéneo, se mueve a saltos y es capaz de comprimirse en el tiempo y en el espacio. Hoy vivimos un tiempo así, tiempo de ruptura, de cambios profundos y decepción. Entender esto es entender la necesidad del giro estratégico que deben dar las fuerzas anticapitalistas con voluntad socialista.
En España se está abriendo una crisis de régimen, de Estado y de la política; una crisis “orgánica” del capitalismo español realmente existente. La izquierda política, social y cultural llega a ella extremadamente débil, sin imaginación y sin proyecto, tan desnortada como la población y sin reservas estratégicas para entender lo que pasa o intervenir realmente en la sociedad, y sin capacidad de generar ilusión, entusiasmo o esperanza. Esta es nuestra singularidad, comparable a la de Italia y lejos de la de Portugal y de la Grecia.
La contradicción más dramática, la angustia que muchos militantes viven en carne propia, es la asimetría que hay entre lo que se tendría que hacer y lo que podemos realmente hacer. Lo nuevo que emerge es una nueva disponibilidad social para comprometerse y luchar. En este sentido el 15M ha abierto una nueva fase que obliga a la fragmentada izquierda a medirse con ella y a adoptar los instrumentos necesarios para que no se añada a los sufrimientos de la población más frustración y bloqueo de cualquier esperanza de cambio futuro.
Desde muchos sentidos las “condiciones objetivas” están dadas. Lo que falta es la respuesta organizada de un sujeto popular y democrático capaz de cambiar la realidad y transformar la subjetividad. No está escrito que esto no se pueda dar a medio plazo en nuestro país. Es necesario superar con propuestas, luchas y unidad el “bloqueo de subjetividad” existente hoy.
3. Para seguir debatiendo. El desafío estratégico: situar el socialismo como programa
Una asociación como Socialismo 21 tiene como tarea la emancipación de las clases subalternas del mal social de la explotación, la discriminación y el dominio. Sabemos que el socialismo como proceso secular de liberación del capitalismo está, en muchos sentidos, por inventarse y que será una tarea heroica construida colectivamente por las clases trabajadoras, los intelectuales críticos y los nuevos movimientos emancipatorios.
El desafío es enorme y marcará toda una etapa histórica. El siglo XX puede ser visto como el fracaso de socialismo (y directa o indirectamente el triunfo del capitalismo) o como una experiencia frustrada de una sociedad alternativa. Esto no es solo una cuestión de convicción moral sino que serán las luchas sociales, la autoorganización y la creación de imaginarios emancipatorios críticos con lo existente y creadores de una esperanza que puede ser posible.
Como siempre esto dependió de las personas, de las clases y de la voluntad creadora.

Tareas Del Nuevo Gobierno Bolivariano

Luis Britto García
CULMINACIÓN

Entre 1998 y 2006 el bolivarianismo se concentró en sobrevivir a una oposición que intentó desde el golpe de Estado al sabotaje petrolero, desde el cierre patronal hasta el corte de la distribución de alimentos, desde la fuga de divisas hasta la desestabilización mediática, desde el referendo revocatorio al magnicidio con paramilitares. Desde 2006 hasta el presente redujo en forma espectacular pobreza y desigualdad y amplió exponencialmente facilidades educativas, asistenciales y sociales. Hoy debe arrancar una tercera fase, de consolidación, perfeccionamiento, culminación y perduración de la propuesta socialista.

SOCIEDAD
El nuevo gobierno bolivariano debe vencer el 26,7% de pobreza que resta. Articular movimientos sociales fundados en la solidaridad más que en la redistribución. Institucionalizar las misiones. Desarrollar aparatos sindicales enteramente socialistas. Privilegiar organizaciones por ramas productivas antes que por sede geográfica, incorporar las existentes a la lucha contra la inseguridad, comprometerlas plenamente en la solución de los grandes problemas nacionales.

ECONOMÍA
El nuevo gobierno bolivariano debe presidir el paso de una economía mixta a otra netamente socialista. Sustituir el aparato económico importador heredado por otro creador de productos básicos para las grandes mayorías. Culminar de una vez la siempre inconclusa Reforma Agraria. Lograr la seguridad y la soberanía alimentarias. Echar los cimientos de una economía cada vez menos dependiente de los hidrocarburos. Vigilar para que la proliferación de intereses foráneos en las empresas mixtas no concluya por poner bajo control extranjero gran parte de nuestra industria petrolera. Reducir la Deuda Pública, que podría volverse sumamente peligrosa ante cualquier baja de ingresos. Dar la batalla final contra los residuos neoliberales que plagan el sistema fiscal: contra el IVA, impuesto regresivo que castiga a quienes menos tienen, mientras la tasa máxima de tributación para los oligarcas no excede de 34%. Contra los Tratados contra la Doble Tributación, que exoneran de pagar tributos a las transnacionales. Contra los Tratados de Promoción y Protección de Inversiones, que privilegian al capital foráneo sobre el criollo.

POLÍTICA
El gobierno bolivariano debe enfrentar sin rodeos la Reforma del Estado. Institucionalizar las misiones. Ampliar las facultades de contralorías y de la oficina de seguimiento de Políticas Públicas, para someter la ejecución de ellas a un riguroso control de la gestión, evaluando el cumplimiento de metas y programas y exigiendo responsabilidad civil y administrativa por su incumplimiento. Eliminar cajas negras y fondos inauditables. Seguir el proceso para garantizar la seguridad iniciado con la creación de la Policía Nacional y la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, y compilar las verdaderas cifras de homicidios reales, que permitan descartar las obtenidas en encuestas de percepción subjetiva de la inseguridad. Controlar la infiltración paramilitar manifiesta en cobros de vacuna, alcabalas, toques de queda, dominio de la economía informal, control de empresas de transporte y comunicaciones, sicariato y lavado de divisas en bingos y casinos.
El gobierno bolivariano ha de superar los cuellos de botella creados en ciertos servicios públicos por la desmesurada ampliación de la demanda. Nunca tantos venezolanos disfrutaron de electricidad, agua corriente e Internet; durante el sexenio venidero hay que superar las intermitencias en ellos. Asimismo, debe culminar la informatización del Estado, para que los trámites se resuelvan de manera instantánea y completa por las redes, que se deben fundar en el software libre, impenetrable a los virus transnacionales. No hay excusa para que el Estado se convierta en fortaleza inaccesible atrincherada tras páginas web que nunca abren y que sólo ofrecen formularios ininteligibles que luego hay que llevar a pie ante la misma burocracia de siempre. La mejor recomendación es la eficiencia. Y ésta debe manifestarse ante todo en la lucha contra la corrupción: bajo el poder socialista medran innumerables capitalistas, pero el poder capitalista no dejará sobrevivir ningún bolivariano.
DEFENSA
La Revolución Bolivariana es blanco prefijado y preferencial de los grandes imperios saqueadores de petróleo, de sus agencias de seguridad, del sistema de bases estadounidenses instaladas en la región, de las tropas mercenarias y paramilitares, de los países halcones, de las oligarquías locales. La actual coyuntura de distensión no debe llevarnos a bajar la guardia. Debemos consolidar alianzas defensivas en los organismos de integración: estrategas de alto nivel deben fijar las tácticas de defensa; la revolución no debe descuidar jamás las de guerra del pueblo y resistencia popular, las únicas eficaces para defender a los países en desarrollo.

CULTURA
Una Revolución es cultural o no es. Educación, medios y cultura son tres frentes que a la larga deciden la batalla. La Revolución bolivariana debe coronar sus espectaculares logros educativos adecuando las estructuras para la formación de los profesionales y especialidades que el país realmente necesita, y priorizar en las universidades públicas investigación y docencia por sobre la administración.
El proceso bolivariano debe aplicar rigurosamente las leyes sobre Telecomunicaciones. Al mismo tiempo, ha de emprender la conquista de las audiencias masivas, incursionando con sus medios de servicio público, alternativos y comunitarios en la educación y el entretenimiento. No es posible competir con la programación importada por los medios privados. Pero resulta inconcebible que todo el aparato comunicacional público no sea capaz de emitir una telenovela y un programa humorístico de calidad, si se tiene en cuenta la relevante legión de talentos que apoyan al bolivarianismo. Los medios de servicio público pueden quitarle sus audiencias a los privados no remedando las torpezas de éstos: las incesantes interrupciones propagandísticas o publicitarias, la permanente contaminación de la pantalla con logos, cintillos y publicidad por inserción, la anarquía en la programación. En fin, a una revolución se la conoce por sus intelectuales y gracias a sus intelectuales. El proceso bolivariano, que cuenta con el respaldo de la más numerosa y brillante intelectualidad del país, debe utilizarla a plenitud.

CONQUISTA DEL FUTURO

En los seis años venideros el socialismo ha de consolidar su perduración. Tan hábil es el movimiento bolivariano para cosechar victorias como para no sacarles partido. Ha tenido una Asamblea Nacional con mayoría absoluta de 100% sin crear el marco jurídico de la revolución socialista. Ha coloreado el mapa de rojo varias veces, para que lo destiñeran candidatos a quienes se invistió de poder sin exigirles más credenciales que el oportunismo. Para consolidar los logros revolucionarios hay que fortalecer e intensificar la propuesta socialista que los materializó. El socialismo tiene tal fuerza en la conciencia de las mayorías venezolanas, que la oposición neoliberal se vio forzada a remedar sus consignas, símbolos y promesas para obtener parte de su caudal electoral. Revolucionarios y oposicionistas venezolanos sólo están de acuerdo en que hay una propuesta que lleva al triunfo. Los primeros la encarnan, los segundos la simulan, y triunfará quien mejor la afirme de manera incontestable en los hechos. Una revolución que no avanza siempre, fatalmente retrocede.





Pronunciamiento Por El Inmediato Retiro De Las Tropas Militares De Suelo Haitiano Y La No-Renovación Del Mandato De La Minustah.



A LOS PAÍSES MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS
Por el retiro de las tropas de la MINUSTAH



Se cumplieron ya más de 8 años de un operativo militar completamente injustificado, una verdadera ocupación que, bajo el nombre de Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) y mandato de la ONU, viola la soberanía de un país hermano con miles de tropas de Fuerzas Armadas de nuestra región y el mundo.

Esas fuerzas de ocupación fueron enviadas en el año 2004, luego de que Estados Unidos en conjunto con otras potencias, provocaran un golpe de Estado. Están en suelo haitiano en beneficio de intereses ajenos a los derechos humanos del pueblo, al servicio de intereses de las empresas multinacionales y del saqueo de los recursos y la fuerza de trabajo haitiana.

Esa ocupación, sostenida bajo la excusa de que la MINUSTAH era mejor que una ocupación norteamericana, mostró su verdadero rostro luego del terremoto del año 2010, cuando permitió con docilidad el ingreso de 22.000 soldados de Estados Unidos, que tomaron el control de todo el país y sus centros neurálgicos.

El 15 de octubre se propone extender el mandato de ocupación, continuando con el absurdo argumento de que Haití –un pueblo empobrecido, con cientos de miles de habitantes viviendo aún a la intemperie, a dos años y medio del terremoto- es “una amenaza para la seguridad del mundo”. El Secretario General de la ONU recomienda que continúe la ocupación por lo menos cinco años más.

Los abajo firmantes nos pronunciamos por el inmediato retiro de las tropas militares de suelo haitiano y la no-renovación del mandato de la MINUSTAH.

No se puede seguir avalando un operativo que está lejos, incluso, de haber cumplido siquiera con los objetivos falsamente “humanitarios” que se propuso: viola la seguridad de la población en vez de protegerla; acaba de regentear las elecciones menos participadas y más fraudulentas de los últimos tiempos; los derechos humanos de la población están cada día más precarizados y la economía está siendo entregada a intereses extranjeros mientras el costo de la vida, la posibilidad de trabajo y salarios dignos, son cada vez más distantes para las mayorías populares.

En estos ocho años, la MINUSTAH además ha sido responsable de la violación de mujeres, niñas y jóvenes por parte de las tropas de distintos países –que aun continúan impunes- y de la introducción del cólera provocando 7.440 muertes y más de 580.000 infectados hasta julio de este año-según cifras de la ONU- y una epidemia que aún persiste.

La MINUSTAH actúa en Haití al servicio de los intereses de los países poderosos, y contra los intereses y necesidades del propio pueblo haitiano, como lo demostró la represión que desató sobre las movilizaciones contra el hambre en el 2008, y contra las luchas salariales, con decenas de muertos.

El pueblo haitiano no necesita soldados y armas extranjeras. Necesita la solidaridad de nuestros países, expresada en alimentos, medicamentos y misiones de ayuda sanitaria, de ingeniería, educativa y humanitaria, dispuestas a trabajar codo a codo con ese pueblo, en apoyo de sus planes y propuestas. Eso no llegará de la mano de tropas militares.

Cabe subrayar que, durante estos 8 largos años, el pueblo haitiano en su inmensa mayoría se ha pronunciado de distintas formas en contra de esta presencia militar extranjera. Hace un año, el Senado de Haití votó unánimemente a favor de su retiro antes de octubre de 2012. Y desde hace tiempo ha habido pronunciamientos y acciones de un espectro cada vez más grande de movimientos y organizaciones de todo el continente, en coordinación con sus contrapartes en Haití, solicitando el retiro de la MINUSTAH.

Por todas estas razones, las entidades y demás firmantes nos pronunciamos por el inmediato cese de la participación de tropas de la MINUSTAH en Haití y por su retorno a sus países. Por la adopción, por parte de los países de nuestra región, de una nueva política coordinada de verdadera cooperación y solidaridad con el hermano pueblo haitiano.

15 de octubre de 2012
Jubileo Sur

domingo, 14 de octubre de 2012

Islandia Y El Rechazo De La Austeridad

Salim Lamrani. Opera Mundi

Ante la crisis económica, mientras la Unión Europea ha elegido el camino de la austeridad y ha decidido salvar a los bancos, Islandia, en cambio, ha procedido a la nacionalización de las instituciones financieras y ha rechazado las políticas de restricción presupuestaria. Con una tasa de crecimiento de un 2,7% en 2012, hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) saluda la recuperación económica del país.

Cuando en septiembre de 2008, la crisis económica y financiera golpeó a Islandia, pequeño archipiélago del Norte de Europa con una población de 320.000 habitantes, el impacto fue desastroso, como en el resto del continente. La especulación financiera llevó a los tres principales bancos a la quiebra, cuyos activos representaban una suma diez veces superior al PIB de la nación, con una pérdida neta de 85.000 millones de dólares. La tasa de desempleo se multiplicó por 9 entre 2008 y 2010, mientras que antes el país gozaba del pleno empleo. La deuda de Islandia representaba el 900% del PIB y se devaluó la moneda nacional un 80% con respecto al euro. El país cayó en una profunda recesión, con una disminución del PIB de un 11% en dos años.[1]

Frente a la crisis

En 2009, cuando el gobierno quiso aplicar las medidas de austeridad que exigía el FMI, a cambio de una ayuda financiera de 2.100 millones de euros, una fuerte movilización popular lo obligó a renunciar. En las elecciones anticipadas, la izquierda ganó la mayoría absoluta en el Parlamento.[2]
No obstante, el nuevo poder adoptó la ley Icesave –cuyo nombre procede del banco online que quebró y cuyos ahorradores eran en mayoría holandeses y británicos–, con el fin de rembolsar a los clientes extranjeros. Esta legislación obligaba a los islandeses a rembolsar una deuda de 3.500 millones de euros (un 40% del PIB) –9.000 euros por habitante– en quince años con una tasa de interés del 5%. Frente a las nuevas protestas populares, el Presidente se negó a ratificar el texto parlamentario y lo sometió a referéndum. En marzo de 2010, el 93% de los islandeses rechazó la ley sobre el rembolso de las pérdidas de Icesave. Cuando se sometió de nuevo a referéndum en abril de 2011, el 63% de los ciudadanos volvió a rechazarla.[3]
Una nueva Constitución, redactada por una Asamblea Constituyente de 25 ciudadanos elegidos por sufragio universal entre 522 candidatos, que se compone de 9 capítulos y de 114 artículos, se adoptó en 2011. Ésta prevé un derecho a la información, con un acceso público a los documentos oficiales (Artículo 15), la creación de un Comité de Control de la Responsabilidad del Gobierno (Artículo 63), un derecho a la consulta directa (Artículo 65) –un 10% de los electores puede pedir un referéndum sobre las leyes que vota el Parlamento–, así como el nombramiento del Primer Ministro por el Parlamento.[4]
Así, al contrario que las otras naciones de la Unión Europea en la misma situación, que aplicaron escrupulosamente las recomendaciones del FMI que exigía medidas de una austeridad severa como en Grecia, Irlanda, Italia o España, Islandia eligió una vía alternativa. Cuando en 2008 los tres bancos principales del país, Glitnir, Landsbankinn y Kaupthing, se derrumbaron, el Estado islandés se negó a inyectar fondos públicos como lo había hecho el resto de Europa. Al revés, procedió a su nacionalización.[5]
Del mismo modo, los bancos privados tuvieron que cancelar todos los créditos con tasas variables que superaban el 110% del valor de los bienes inmobiliarios, lo que evitó una crisis de subprime como en Estados Unidos. Por otra parte, la Corte Suprema declaró ilegales todos los préstamos ajustados a divisas extranjeras que se otorgaron a particulares, obligando así a los bancos a renunciar a sus créditos en beneficio de la población.[6]
En cuanto a los responsables del desastre –los banqueros especuladores que provocaron el desmoronamiento del sistema financiero islandés–, no se beneficiaron de la mansedumbre que mostró hacia ellos en el resto de Europa, donde fueron sistemáticamente absueltos. En efecto, Olafur Thor Hauksson, Procurador Especial que nombró el Parlamento, los ha perseguido y encarcelado. Incluso al Primer Ministro Geir Haarde, acusado de negligencia no pudo evitar un juicio.[7]

Una alternativa a la austeridad

Los resultados de la política económica y social islandesa han sido espectaculares. Mientras la Unión Europea se encuentra en plena recesión, Islandia se benefició de una tasa de crecimiento de un 2,1% en 2011 y prevé una tasa de 2,7% para 2012, y una tasa de desempleo de un 6%.[8] El país hasta se dio el lujo de proceder al rembolso anticipado de sus deudas al FMI.[9]
El presidente islandés Olafur Grímsson explicó este milagro económico: “La diferencia es que en Islandia dejamos que los bancos quebraran. Eran instituciones privadas. No inyectamos dinero para salvarlas. El Estado no tiene por qué asumir esta responsabilidad”.[10]
Contra todo pronóstico, el FMI saludó la política del gobierno islandés –el cual aplicó medidas en las antípodas de las que preconiza–, que ha permitido preservar “el precioso modelo nórdico de protección social”. En efecto, Islandia dispone de un índice de desarrollo humano bastante elevado. “El FMI declara que el plan de rescate al modo islandés ofrece lecciones para los tiempos de crisis”. La institución agrega que “el hecho de que Islandia haya logrado preservar el bienestar social de las unidades familiares y conseguir una consolidación fiscal de gran envergadura es uno de los mayores logros del programa y del gobierno islandés”.No obstante, el FMI omitió precisar que estos resultados fueron posibles sólo porque Islandia rechazó su terapia de choque neoliberal y elaboró una programa de estímulo económico alternativo y eficiente.[11]

El caso de Islandia demuestra que existe una alternativa creíble a las políticas de austeridad que se aplican a través de Europa. Éstas, además de ser económicamente ineficientes, son políticamente costosas y socialmente insostenibles. Al elegir ubicar el interés general por encima del de los mercados, Islandia muestra el camino al resto del continente para escapar del callejón sin salida.


[1] Paul M. Poulsen, «Comment l’Islande, naguère au bord du gouffre, a pu se rétablir», Fond monétaire international, 26 octubre de 2011. http://www.imf.org/external/french/np/blog/2011/102611f.htm(sitio consultado el 11 de septiembre de 2012).
[2] Marie-Joëlle Gros, «Islande: la reprise a une sale dette», Libération, 15 de abril de 2012.
[3] Comité d’annulation de la dette du Tiers-monde, «Quand l’Islande réinvente la démocratie», 4 de diciembre de 2010.
[4]Constitution de l’Islande, 29 de julio de 2011. http://stjornlagarad.is/other_files/stjornlagarad/Frumvarp-enska.pdf(sitio consultado el 11 de septiembre de 2012).
[5] Antoine Grenapin, «Comment l’Islande est sortie de l’enfer», Le Point, 27 de febrero de 2012.
[6] Marie-Joëlle Gros, «Islande: la reprise a une sale dette», op. cit.
[7] Caroline Bruneau, «Crise islandaise : l’ex-premier ministre n’est pas sanctionné», 13 de mayo de 2012.
[8]Ambrose Evans-Pritchard, «Iceland Wins in the End», The Daily Telegraph, 28 de noviembre de 2011.
[9] Le Figaro, «L’Islande a déjà remboursé le FMI», 16 de marzo de 2012.
[10]Ambrose Evans-Pritchard, «Iceland Offers Risky Temptation for Ireland as Recession Ends», The Daily Telegraph, 8 de diciembre de 2010.
[11]Omar R. Valdimarsson, «IMF Says Bailout Iceland-Style Hold Lessons in Crisis Times», Business Week, 13 de agosto de 2012.

viernes, 12 de octubre de 2012

Venezuela… Y El Después De La Victoria.

Narciso Isa Conde (TRIBUNA POPULAR)

La victoria de Chávez, del PSUV y del Polo Patriótico no fue aplastante, pero si contundente. Tan contundente como para que las derechas venezolanas, colombianas y estadounidenses, archivaran el Plan-B, esto, el programa sedicioso y desestabilizador que tenía como punto de partida la acusación de fraude y el desconocimiento de los resultados electorales.

Ni cerrada, ni moderada, resultó la diferencia en votos: un millón y medio por encima y más de un 11 por ciento de ventaja (8, 062, 056 votos Chávez contra 6,468,450 votos Capriles, 55.14% frente a un 44.24% respectivamente); resultados tan suficientemente elocuentes como para paralizar a los conspiradores cuyas fuerzas de sustentación, por demás, fueron derrotadas en más de 22 de los 24 Estados de esa Nación, en las elecciones más concurridas de su historia republicana (81% del total de electores).

El Plan-B y el pretendido retroceso quedaron atrás.

Nueva oportunidad para avanzar.

El proceso hacia la revolución en Venezuela, de profundo contenido anti-neoliberal, antiimperialista y pro-socialista, no pudo ser derrotado en las urnas ni fuera de ella. Continúa su agitado y promisorio curso, y tiene un nuevo chance para radicalizarse, profundizarse y expandirse más aceleradamente.

Sí, ese proceso transformador tiene una nueva oportunidad, sino tan expedita como hubiera sido si las votaciones hubieran remontado hacia lo aplastante, si realmente aprovechable para pasar a otra fase en el cumplimiento de metas estratégicas postergadas más allá de lo conveniente y dar inicio a otro periodo con mayores énfasis en la determinación de superar las limitaciones y deformaciones que lo traban y lentifican; y que, por demás, le sirven de alimento a las derechas y a la contra-revolución en su peligroso y persistente proceso de reagrupamiento, unificación y fortalecimiento político.

Los resultados fueron muy buenos, incluso en un nivel que posibilitan avanzar en mejores condiciones. Pero ciertamente no lograron erosionar, contener y replegar el proceso de ascenso relativo de las derechas, ni afectar en grande su poder hasta meterlas en crisis, bloquear su recomposición y obligarlas a desintegrarse.

De parte del comandante Chávez, con su serio problema de salud a cuesta, el esfuerzo resultó titánico y la actitud heroica, con la ventaja de poder exhibir y esgrimir las extraordinarias conquistas sociales, culturales y políticas alcanzadas, incluida el rescate de la soberanía nacional y del proyecto continental hacia la nueva independencia: pero marchando a contracorriente del negativo repunte de la corrupción y la ineficiencia administrativa, del incremento de la inflación y del creciente y el alarmante auge de la delincuencia y la inseguridad ciudadana.

En consecuencia, el posicionamiento post-electoral de Chávez, el PSUV y el Polo Patriótico no es el óptimo posible, pero si muy favorable para contra-atacar a las derechas políticas, a la gran burguesía tradicional y al imperio; que si bien se quedaron cortos para revertir el proceso y/o enturbiar la situación, lograron captar un respaldo en votos superior a ocasiones anteriores y así acortar distancia electoral respecto al torrente electoral de la revolución.

El crecimiento electoral de las derechas y sus causas.

Casi seis millones y medio del total de votos depositados es un espacio político significativo, sobre todo después de 14 años de ejercicio del poder revolucionario y viniendo de una sensible dispersión y reducción de su influencia electoral registrada en la etapa inicial de la revolución bolivariana.

Un espacio reaccionario que desde el campo revolucionario es preciso erosionar, reducir e incluso desintegrar, para que no siga siendo una amenaza permanente de freno y retroceso en un contexto de transformaciones sociales profundas y amplia democracia participativa.

¿A qué se debe ese crecimiento electoral sostenido de las derechas “escuálidas”?

¿ Que le ha pasado al PSUV y al Polo Patriótico que no han podido ampliar su margen de ventaja remontando el umbral los nueve, diez, once… millones de votos en el contexto de un crecimiento de los/as electores/as y de los votos depositados?

Responder acertadamente estas interrogantes es una premisa necesaria para encontrar las mejores soluciones al importante problema planteado.

En verdad el nivel de votación alcanzando por la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), no solo se debe a la sumatoria de sus componentes bajo las órdenes y “estímulos” del poder imperialista estadounidense y de la gran burguesía venezolana y sus aliados en el continente.

Parte importante de las bases económicas y las influencia políticas de las derechas venezolanas tienen mucho que ver con su existencia social como clase propietaria, como poder del gran capital, como poder capitalista industrial, comercial, financiero, mediático… con fuertes incidencias en el mercado externo e interno y construcción de ideología y cultura de la opresión.

Tiene que ver con el peso histórico y actual de su modelo de consumo y sus capacidades para alienar, confundir y denominar las mentes de los seres humanos que integran esa sociedad.

Respuestas superadoras desde las fuerzas transformadoras.

De ahí la importancia de la expropiación y socialización de sus medios de producción, distribución, prestación de servicios, comunicación, educación y alineación.

Se trata de atacar más a fondo sus bases económicas internas de sustentación, el poder real y sus mecanismos de reproducción y enajenación; como también su capacidad para especular, distorsionar el mercado, sabotear la economía social, entorpecer, bloquear mecanismos de defensa popular y enturbiar planes de bienestar colectivo.

Se trata de eliminar sus enclaves y controles económicos y de limitar los flujos comerciales, la logística imperialista transnacional y las influencias externas, que alimentan la contrarrevolución y sus agentes políticos.

Pero se trata también de reducir más aceleradamente sus medios disponibles para reproducir, reciclar y recrear ideología capitalista, religiosidad conservadora, modelos virtuales diversionistas, cultura burguesa, recolonizadora, patriarcal, racista, xenofóbica, adulto-céntrica y homofóbica.

El poder del gran capital privado sobre la producción mercancías, el dinero y las ideas, sobre el mercado importador, el mercado interno, los servicios y el empleo; su capacidad para subordinar vía contratos grandes redes de empresas pequeñas y medianas de servicio, negocios y producción…, si bien no tiene la fuerza que tuvo en la llamada Cuarta República, si bien ha disminuido considerablemente a consecuencia de las nacionalizaciones y expropiaciones parciales y con el incremento del poder del Estado, es claro que no ha sido erradicado en la medida necesaria, conserva fuerza relativa para provocar las distorsiones, alimentar la contrarrevolución y la contrarreforma, y generar los peligros y amenazas identificados/as.

Avanzar más en las expropiaciones y socializaciones conlleva también el debilitamiento político del gran capital y sus expresiones partidistas.

La inflación que afecta por períodos la popularidad del proceso transformador y favorece a las derechas opositoras, no esta desvinculada de esa realidad social en materia de propiedad y del enorme peso de las importaciones a consecuencias del retraso en la superación del carácter fundamentalmente rentista-petrolero de la economía venezolana; no es ajena al control privado sobre una parte importante de las importaciones, no está al margen de la especulación que acompaña su distribución en las redes comerciales privadas no reguladas, y a la corrupción estatal que dentro de esa mecánica especulativa diezma lo social en favor de las ganancias privadas.

La propiedad de la gran burguesía venezolana sobre los medios de comunicación alcanza al 80% del total de los mismos, lo que se traduce en reproducción y remozamiento cotidiano de la ideología y la cultura burguesa y pro-colonialista; potenciadas en grande por las grandes cadenas de comunicación estadounidenses y europeas Esto a su vez favorece la influencia electoral de las derechas políticas y la promoción de todos los antivalores que favorecen el retroceso. Por eso el cambio en la correlación de fuerza en ese orden resulta imperioso.

Iglesia católica institucional, sectores fundamentalistas, entidades sionistas, universidades y grandes colegios privados, que todavía imperan con fuerza a consecuencia de los déficit en la socialización y laicidad de la educación y la cultura, impactan negativamente las nuevas generaciones; mientras un cierto abandono político y un mal tratamiento a la emblemática Universidad Central de Caracas en manos de las derechas, así como diversos déficit en la enseñanza pública universitaria y media, alimentan el negocio privado de la educación.

Las principales fuerzas críticas del capitalismo, incluido el liderazgo nacional, no se han empleado a fondo en el desmonte progresivo de las ineficiencias y la cultura paternalista, facilista y clientelista, funcionales al rentismo petrolero y a la hipertrofia de un Estado súper-propietario con recursos abundantes.

Esto también gravita fuertemente en el retraso de la construcción de una economía productiva socializada, necesaria para garantizar soberanía alimentaria y reducir los efectos perniciosos de la crisis capitalista mundial.

En otro orden, el burocratismo, generador de nuevas prácticas de corrupción y odiosos privilegios partidistas, genera a su vez un progresivo rechazo, perdida de entusiasmo y de esperanza en una parte de la sociedad que no comulga con las derechas pero que a la vez se distancia emocionalmente de la izquierda estatista, inclinándose o por inhibirse y o por el voto castigo al oficialismo, sobre todo a nivel legislativo, estadual y municipal.

Las misiones sociales impulsadas por Chávez, especies de “by passes”, saltan el Estado burocrático, compensan deficiencias y logran resultados plausibles; pero a la vez crean paralelismos, duplicaciones de funciones y costos

Ese cuadro de debilidades, limitaciones y errores, retrasan las transformaciones llamadas a reducir la realidad económica, social y cultural de las derechas y a disminuir a la oposición política derechista.

Definitivamente lo nuevo no termina de triunfar y lo viejo se resiste a perecer, por lo que la radicalización, una especie de revolución contra el estancamiento estructural relativo y los rezagos más perjudiciales, debe abrirse paso.

• ¿Conciliación con el capital o radicalización en su contra?

No faltan los que desde el poder estatal, que no es lo mismo que el popular, ante el crecimiento relativo de las derechas, plantean soterradamente la “necesidad” de pactar con ellas para supuestamente reducir su beligerancia.

Esos sectores del oficialismo, parte de ellos convertidos en “boli-burguesía burocrática”, son a su vez adversos a la radicalización, al avance de las transformaciones socialistas y al desarrollo y expansión del poder popular en detrimento del Estado Burocrático. Son la retranca interna del proceso, la cual le facilita el trabajo a la contra.

Actúan como socialdemócratas, como reformistas y quieren reducir el modelo venezolano a esas coordenadas, que en definitiva equivale a la muerte progresiva de la revolución y al bloqueo del camino socialista renovado.

La radicalización del proceso, por tanto, es vital para su consolidación y legitimación en gran escala, y para el inicio de una etapa que resulta conveniente no solo cara a las elecciones de diciembre, en las que las derechas, la burguesía dependiente y sus padrinos imperialistas se proponen avanzar en la conquistas de más gobernaciones y alcaldías para tratar de cercar institucionalmente al Presidente Chávez, sino también cara a las elecciones parlamentarias del año próximo y, sobretodo, para la fortaleza, la consolidación y estabilidad estratégicas del proceso revolucionario venezolano y continental, en tanto tránsito al nuevo socialismo

La radicalización da más garantía de victoria inmediata, crea mejores condiciones para las elecciones del próximo año y es clave para asestarle la derrota estratégica necesaria a la gran burguesía transnacional y local.

Es clave para superar las relaciones, el modo de ser y la ideología capitalista, que sus sustentadores, todavía impunes, siembran y reproducen constantemente.

Es clave también para desburocratizar a favor de la socialización y la democracia integral.