lunes, 25 de junio de 2012

La lucha por las palabras


Julia Evelyn Martínez

“Puritanismo: el aterrador miedo de que alguien en algún lugar sea feliz” 
Henry Louis Mencker (1880- 1956) 

SAN SALVADOR - La Real Academia de la Lengua Española (RAE) acaba de reconocer que la existencia del matrimonio no heterosexual es una realidad que debe ser reconocida en el significado de la palabra matrimonio dentro del idioma español. De acuerdo a la última enmienda de adición a la definición de la palabra matrimonio, el matrimonio significa también: “En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”. 

El Secretario de la RAE, Darío Villanueva se ha visto obligado a justificar esta adición a la definición de matrimonio de la siguiente manera: “La realidad se ha acomodado a esta nueva legislación y esta aceptación ha empezado a circular y a llenarse de referencias en diferentes ámbitos… Se comprobó, entonces, que la acepción única que existía no servía para la nueva realidad consagrada legalmente y por eso se incluyó”. (El País, 22.06.2012) 

Se podrá decir que este cambio no es para tanto, que es solo una minúscula adición al significado de una palabra que define a una institución burguesa decadente y en crisis. Sin embargo, las palabras son más que palabras. Recordemos que solo nombramos lo que existe, y que al nombrar a las cosas de una determinada manera, compartimos con los demás una representación común de esta realidad. Para quienes compartimos el uso de la lengua española, la ampliación del significado de la palabra matrimonio pasará más tarde o más temprano a formar parte no solo de nuestra identidad lingüística sino de la identidad cultural que nos define como hispanohablantes. Y esto no es poca cosa, sobre todo si se tiene en cuenta que el lenguaje es hasta ahora uno de los principales instrumentos de la opresión y de la violencia contra las mujeres y contra los hombres no heterosexuales en América Latina y el Caribe. 

En su columna “A la Caza del Gay”, Mario Vargas Llosa denuncia el puritanismo hipócrita que está enquistado en las sociedades latinoamericanas, que es responsable de infundir el odio y la muerte contra la comunidad LGTBI, y que usa a las palabras como una especie de arma de destrucción masiva: “Esta idea del homosexualismo se enseña en las escuelas, se contagia en el seno de las familias, se predica en los púlpitos, se difunde en los medios de comunicación, aparece en los discursos de políticos, en los programas de radio y televisión y en las comedias teatrales donde el marica y la tortillera son siempre personajes grotescos, anómalos, ridículos y peligrosos, merecedores del desprecio y el rechazo de los seres decentes, normales y corrientes.” (El País, 8.04.2012) 

Es cierto, que liberar a nuestro país y al resto de América Latina y el Caribe de la homofobia es un proceso difícil y lleno de obstáculos. En este camino son pocas las personas que están dispuestas a involucrarse directamente y/o públicamente, sobre todo, por el temor a convertirse en blancos del odio y del desprecio que tanto la izquierda como la derecha (al igual que ricos y pobres), sienten contra todos aquellos y aquellas que son “diferentes” a lo que la ortodoxia sexual considera como la “opción correcta y normal” en las sociedades marcadas por la cultura machista y por el temor a experimentar con el placer sexual (sexofobia). 

Pero las cosas pueden comenzar a cambiar, porque el significado de las palabras comunes que usamos para comunicarnos puede comenzar cambiar y con ello, puede comenzar a cambiar poco a poco, nuestra percepción del mundo y de los demás. La próxima vez que los diputados y diputadas de nuestro país consulten en el Diccionario de la RAE el significado de la palabra matrimonio, se darán cuenta que este significado en el siglo XXI no es el mismo que el significado que tiene en los textos de la Biblia que se escribieron 10,000 A. de C., y a lo mejor (quien sabe) dudarán sobre la sensatez de la propuesta de prohibir constitucionalmente las uniones legales entre personas del mismo sexo. La próxima vez que los niños y las niñas consulten el significado de la palabra matrimonio en el diccionario de la RAE se darán cuenta por si mismos que sus maestros/as o los curas, monjas o pastores están equivocados cuando les insisten que el “matrimonio es algo que solo que se realiza entre dos personas de distinto sexo”. La próxima vez que un sabio salvadoreño de la lengua española ilustre a los simples mortales sobre el uso apropiado del lenguaje, deberá advertir que al decir matrimonio, se están incluyendo también “las uniones de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”. 

Mientras los grupos puritanos (homofóbicos, lesbofóbicos y sexofóbicos) nacionales se recuperan de este duro golpe propinado por la RAE, y se preparan para acusar a los académicos y académicas de la RAE de tener una “agenda oculta de género”, de ser parte del “lobby homosexual” y/o de formar parte del “complot mundial para destruir a la familia”, disfrutemos de esta pequeña gran victoria en la lucha por los derechos humanos, que reafirma que las palabras importan, porque el idioma es también un terreno en la lucha por la igualdad y la no discriminación.

Columnista de ContraPunto

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