Hoy jueves 12 de abril, en el teatro Principal de Caracas, en la capital venezolana, Germán Sánchez Otero presentará su libro Abril sin censura, prologado por el periodista venezolano, entonces Ministro de Defensa durante el golpe mediático de abril de 2002, José Vicente Rangel.
En entrevista telefónica con el programa radial La Brújula del Sur que transmite la emisora Alba Ciudad 96.3 FM, Germán Sánchez Otero, ex embajador de la República de Cuba en la República Bolivariana de Venezuela durante los sucesos de abril de 2002, cuenta que “el día 11 por la noche, hubo una agresión contra la residencia del embajador muy brutal. Tres personas intentaron entrar al edificio de la residencia con pistolas en la mano y lógicamente recibieron una respuesta inmediata, que era la única posible para defender ese territorio cubano. Un compañero con una ametralladora disparó al aire para tratar de que no ingresaran. Esto provocó una estampida inmediata”.
Durante el golpe de Estado de abril de 2002 contra el gobierno del presidente Chávez, la embajada de Cuba fue rodeada por fanáticos histéricos por la transitoria victoria del golpe de estado. El exiliado cubano Salvador Romaní (ex agente de la policía del dictador Fulgencio Batista) y el abogado venezolano Ricardo “Cañita” Koesling, promovieron el asalto que duraría 5 días.
Los sucesos de aquellos días demostraron la violencia del ataque y el coraje de los que, desde el interior de la embajada, soportaron la arremetida. El regreso del presidente Chávez al poder, el 13 de abril, puso punto final al asedio.
Todavía resulta impactante la declaración del entonces embajador cubano cuando dijo que las personas que atacaban la embajada estaban siendo manipuladas por miembros de la mafia anticastrista de Miami, con la intención de ingresar violentamente.
“Fuimos víctimas, como todo el pueblo de Venezuela, de aquel zarpazo fascista”, recuerda Germán Sánchez Otero. “Hubo intrigas y manipulaciones mediáticas y políticas de la contrarrevolución venezolana, en coordinación con el Departamento de Estado, la CIA y la llamada Fundación Nacional Cubano-Americana”.
Eso los obligaría a reaccionar como lo haría su pueblo en caso de ser agredido: defenderían ese pedazo de tierra hasta con sus propias vidas. Y eso no era un discurso. Eso era así. Esa declaración es escalofriante, incluso hoy día. “Los cubanos no hacemos discursos. Lo hemos demostrado muchas veces. Yo los invito a evitar una tragedia”, le decía el embajador al ahora candidato de la derecha a las presidenciales.
Ese asedio es una prueba fehaciente del talante “democrático” de Henrique Capriles Radonski que, con su indiferencia y contradiciendo al embajador cubano, alentó los hechos violentos contra hombres, mujeres, niñas y niños que se preparaban para lo peor de la arremetida fascista de la derecha venezolana.
“Nos dieron un ultimátum. Después, otro grupo aseguró que quería dialogar de manera pacífica y nosotros accedimos a ese diálogo para evitar una tragedia. Capriles Radonski ingresó a la embajada bajo mi autorización, porque de otra manera no habría podido hacerlo. Él no hizo nada para que esa gente que estaba afuera de la embajada se retirara”, recuerda Sánchez Otero.
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