jueves, 17 de mayo de 2012

El caldo sale más caro que los frijoles


Para las mayorías de los países subdesarrollados más vale que sus riquezas se queden ocultas

“Su capital está cubierta de escombros. El campo, tapado de árboles derribados, usados como combustible. Pero la tierra podría aliviar siglos de pobreza desastres y enfermedades en Haití: en las montañas hay oro, plata y cobre.

Una ola de perforaciones exploratorias realizadas en el último año revelaron que hay metales preciosos que podrían tener un valor de US$20 millones en las montañas del noroeste. Una compañía minera perfora en la actualidad para ver como extraer esos metales… El dinero generado por los minerales podría costear la construcción de carreteras, escuelas y redes de agua potable y de desagües para esa nación de 10 millones de habitantes, la mayoría de los cuales viven con poco más de un dólar diario”.(sic) 

Lo anterior es extracto de una nota periodística que Prensa Libre, matutino de Guatemala, tomó de Agens Press publicada hoy 14 de mayo de 2012 en su sección Internacional, página 64.

En Guatemala, en el norteño municipio de Santa Cruz Barillas, Huehuetenango el conflicto generado por la imposición en territorio de varias comunidades de una hidroeléctrica de capital español ha llevado a que se dieran hechos lamentables como la muerte de un líder comunitario de esa región que se opone a ese megaproyecto, así como heridas graves a otros dos. Y, un  sinnúmero de detenciones, en el marco del estado de sitio, que el gobierno del exmilitar proveniente de los cuadros de la contrainsurgencia de las tenebrosas décadas de la represión que preside hoy en Guatemala, ha impuesto como medida de fuerza para obligar a los pobladores de la zona a sucumbir ante los deseos de la transnacional. Medida que viola cualquier concepto de democracia, por tanto, indefendible a ojos de la población. En contraste, recordatorio de una tragedia cuyas heridas aún no secan.

Mucho más al sur, en los municipios del departamento central de Guatemala, San José El Golfo y San Pedro Ayampuc, los pobladores de esos lugares también enfrentan esos desmanes. Permanecen frente al proyecto minero “El Tambor” que pretende explotar los yacimientos allí descubiertos, con el objetivo de impedir dichos trabajos, así como mostrar su firmeza en su demanda de que se cancele la licencia a la empresa Eximigua y el retiro de la maquinaria del lugar, argumentando que el proyecto solo contaminará su región sino que no les traerá ningún beneficio significativo. El enfrentamiento entre vecinos y fuerzas policiales que “protegen” los bienes de la transnacional es inminente ante la necedad de la transnacional y algunos funcionarios gubernamentales de pasar por encima de sus intereses y que sin consultarles nada quieren ubicar la mina en territorios donde estos viven y desarrollan su actividad.

Guatemala y otros países más conocen lo que las transnacionales de la minería, cuya codicia por el oro y otros minerales que vienen con éste de refilón, representan pues no solo se llevan a manos llenas las riquezas de los países donde explotan sus minerales, por un ínfimo porcentaje pactado entre los estados entreguistas, sino que no benefician a las poblaciones donde se ubican. Todo lo contrario; donde se han ubicado la matriz es muy similar: incremento de la pobreza debido a la devastación de los territorios explotados, contaminación de las aguas y otros recursos; explotación de la escasa fuerza de trabajo que logran absorber estas transnacionales con respecto al número total de la población económicamente activa, así como señalárseles con justa razón de ser los principales culpables de las enfermedades nuevas que aquejan a los habitantes de dichas zonas. A ello, hay que sumarle las violaciones y atropellos que sus guardias privadas cometen contra los pobladores de las zonas donde se asientan.

En conclusión, los megaproyectos de carácter capitalista son el peor negocio para un país subdesarrollado como los nuestros pues la transnacional se lleva la parte del león mientras el país explotado solo se beneficia de un mísero porcentaje y tiene que acarrear con las consecuencias de esa explotación. En el caso de las mineras con deforestación, aguas contaminadas, explotación y enfermedades derivadas del uso de químicos peligrosos para la salud en general de los seres vivos alrededor de estos complejos extractivos. Y, con las hidroeléctricas, con la inundación de tierras de las comunidades, desplazamientos de población por lo mismo, cambios de los cursos de ríos, pérdidas de sus cultivos, etcétera, mientras la energía que se produce no beneficia a dichas comunidades aledañas ni en su precio ni en los costos de su introducción, sino a sus accionistas que la venden a otros territorios. En el caso guatemalteco a México.

Entonces, la pregunta obligada, volviendo a la nota del principio, es, ¿será que Haití saldrá de su pobreza con el oro que se acaba de descubrir en sus montañas? Indudablemente no.  Por ello, para las comunidades, la mayoría de las veces es mejor que esos tesoros sigan ocultos pues, derivado de las experiencias de muchas poblaciones, estas no solo son despojadas de ellos sino obligados a trabajar en su extracción y explotación sin que ello cambie su realidad de miseria. Al contrario, ésta se exacerba pues la riqueza que producen sirve para empobrecerlos más. En vez de ser bendición es una maldición que cae sobre sus cabezas. 

Pero no se debe a la posesión de riquezas en suelos y subsuelos, sino del sistema de producción y distribución. Un ejemplo contrario, es Venezuela en estos momentos. Su renta petrolera ha servido para elevar la calidad de vida de su población a través del financiamiento a sus múltiples “misiones” que se ocupan de la salud, la educación, la vivienda y el trabajo de millones de ciudadanos, cuando antes, durante los gobiernos oligarcas de la IV República, eran para enriquecer a un pequeñísimo sector de la población.

No obstante, esa realidad no es gozada aún ni por Haití ni por Guatemala, ni por ningún otro país que orbite dentro de este sistema capitalista dependiente por demás caduco. Solo se tendrá beneficios para su colectividad cuando se despoje del poder a sus oligarquías y poder establecer este cambio en la propiedad que les permita realizar los cambios que faciliten esos beneficios para sus mayorías. Así de sencillo y de complejo a la vez. 

Como dirían los ancianos, con esta forma capitalista de administración, para los pueblos siempre saldrá más caro el caldo que los frijoles. Por el momento es mejor que los recursos se queden donde están pues en manos de los piratas siempre será un botín y no una base de desarrollo social. De ahí, que las comunidades lo hayan entendido así y por ello descifrable y justificable su resistencia.

COLECTIVO “LA GOTERA”

Guatemala, 15 de mayo de 2012

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